martes, 19 de junio de 2012

EL MAL QUE NO CESA






Tendrá unos 8 o 9 años. Avanza como atropellando el pasillo del subte, prolijas hebillas sujetándole el pelo, dos flores bordadas en los bolsillos del jeans. El gesto duro, casi agresivo, al ofrecer la consabida estampita; tan frágil en su tosquedad. Algunas estaciones después ingresa al mismo vagón, de la mano de otro apenas mayor; un niñito que hace muy poco dejó de ser bebe. Es todo sonrisas, pies descalzos y carita redonda: su cosecha de monedas rápidamente supera a la de la brusca muchachita del jeans bordado.

Mendigan solos, al finalizar el día, en un vagón atestado de adultos que oscilan entre la incomodidad, la compasión y la molestia.

Forman parte de los 456.000 chicos trabajadores que habitan en nuestro país y que por una razón u otra, tiende a naturalizarse, a formar parte del paisaje, a no causar el escándalo que en realidad debería provocar. 

Semana del Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Magnífica observación de Diana Fernandez Irusta.

Fotógrafo estadounidense  Lewis Hine. 

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