Tendrá unos 8 o 9 años. Avanza como atropellando el pasillo
del subte, prolijas hebillas sujetándole el pelo, dos flores bordadas en los
bolsillos del jeans. El gesto duro, casi agresivo, al ofrecer la consabida
estampita; tan frágil en su tosquedad. Algunas estaciones después ingresa al
mismo vagón, de la mano de otro apenas mayor; un niñito que hace muy poco dejó
de ser bebe. Es todo sonrisas, pies descalzos y carita redonda: su cosecha de
monedas rápidamente supera a la de la brusca muchachita del jeans bordado.
Mendigan solos, al finalizar el día, en un vagón atestado de
adultos que oscilan entre la incomodidad, la compasión y la molestia.
Forman parte de los 456.000 chicos trabajadores que habitan
en nuestro país y que por una razón u otra, tiende a naturalizarse, a formar
parte del paisaje, a no causar el escándalo que en realidad debería provocar.
Semana del Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Magnífica observación de Diana Fernandez Irusta.
Fotógrafo estadounidense Lewis Hine.
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