(…) Y en el atropello, la
duda. Una de esas vetustas ¿Vio? Sin tantas otras, y con más de una de esas que
remueven un par de neuronas. No sé cómo revelarle que corveteo de duda en duda,
que soy duda, que no sé cómo, cuándo o quién me disparó en el andar. Que yo no
era esa, que no soy quien creo ser, que soy una para el mundo, y más de un par
para mí mundo.
Le advierto que como
inquisidora desgajo mi duda. Adjetíveme, recháceme, o quémeme en su ideal más soberbio del infierno, usted
dispone, pero los intentos se vuelven sólo eso, intentos. Recurrí perpleja a fórmulas, anagramas y pergaminos.
Nada de eso acalla. ¿Entiende? Porque mi duda cata otras dudas, las ratonea.
Me sentí un juez
sentenciado. Como si acaso mi duda disputara legataria mi atención. Me detuve a pensar que la magia en algunas
partes del mundo no existe y entendí su boicot. Observé que dudaba
necesariamente de mi duda ¿Comprende? Porque no eran más que varias disimuladas
en una. Pues le ilustro, una acarrea a
la otra. Una es la otra. Una era yo entonces, y otra soy yo siendo duda.
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