martes, 23 de abril de 2013

Soy duda

(…) Y en el atropello, la duda. Una de esas vetustas ¿Vio? Sin tantas otras, y con más de una de esas que remueven un par de neuronas. No sé cómo revelarle que corveteo de duda en duda, que soy duda, que no sé cómo, cuándo o quién me disparó en el andar. Que yo no era esa, que no soy quien creo ser, que soy una para el mundo, y más de un par para mí mundo.

Le advierto que como inquisidora desgajo mi duda. Adjetíveme, recháceme, o quémeme en su  ideal más soberbio del infierno, usted dispone, pero los intentos se vuelven sólo eso, intentos. Recurrí  perpleja a fórmulas, anagramas y pergaminos. Nada de eso acalla. ¿Entiende? Porque mi duda cata otras dudas, las ratonea. 

Me sentí un juez sentenciado. Como si acaso mi duda disputara legataria mi atención.  Me detuve a pensar que la magia en algunas partes del mundo no existe y entendí su boicot. Observé que dudaba necesariamente de mi duda ¿Comprende? Porque no eran más que varias disimuladas en una.  Pues le ilustro, una acarrea a la otra. Una es la otra. Una era yo entonces, y otra soy yo siendo duda. 


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